La vida en nuestra sociedad es cada día más incierta. La falta de seguridad y expectativas de futuro están llevando a muchas personas a estados de inquietud y ansiedad insostenibles. Ante todo esto, necesitamos conocer cómo vivir en la incertidumbre sin perder nuestra humanidad.
Un bombardeo constante de noticias e informaciones nos llevan a vivir al día. Sin espacio para planes de futuro, con frases como:
“Dentro de pocos años casi no habrá trabajo para las personas”.
“Nuestra generación ya no tendrá pensiones”.
“Tenemos que prepararnos, vendrán muchos más desastres naturales”.
“La tensión entre las grandes potencias aumenta”.
“Hay riesgo de cortes en el suministro energético”.
“Si no estás vacunado no puedes hacer ciertas cosas”.
“Se acerca un colapso financiero mayor que nunca”, etc.
En 2020 nos pasó aquello que parecía lejano y de película. Todas las medidas imposibles se hicieron realidad en cuestión de semanas. —¿Por qué no iban a suceder más cosas?— parece que nos estemos preguntando.

La incertidumbre se apodera de todo.
A nivel psicológico se está creando una atmósfera de guerra o preguerra.
La incertidumbre se ha apoderado del espacio social, con independencia de que sigan ocurriendo o no hechos distópicos.
Las personas nos sentimos a gusto cuando las cosas están controladas, son predecibles y funcionan. Qué diferente es un día “normal” del día en que algo deja de funcionar. Como cuando un familiar tiene un accidente grave o transporte que usas no va.
Esa incertidumbre que nos visitaba cada tanto ahora la percibimos todos a diario. La inseguridad ha pasado a ser social.
La amenaza de nuevos encierros, toques de queda, restricciones de movilidad, cortes de suministros, inflación, desastres naturales, etc., pueden afectarnos a todos.
El miedo está presente en la calle de una forma que no habíamos visto en mucho tiempo seamos o no consciente de ello.
Se han roto las estructuras que cohesionaban la sociedad.
Esto se suma a más de un siglo en que se han ido perdiendo las referencias que aglutinaban la sociedad y establecían los ritmos, los modos de vida y los valores en común.
Hemos ganado libertad como individuos, pero ya no podemos contar con los valores tradicionales, ni con el sistema social como sostén.
El hiperindividualismo que hemos ido construyendo tenía sus ventajas en un entorno seguro y predecible. Pero con los cambios vividos en los últimos años, la soledad se ha convertido en una gran amenaza. Ya no hay pueblo o barrio que nos acoja sin nuestro esfuerzo, incluso una comunidad de vecinos suele ser un grupo de desconocidos.
Hemos sacrificado lazos y estructuras de cuidado durante décadas, por la promesa de un progreso que ahora resulta que está en peligro y que no será para todos.
La vida es más cómoda, sin embargo, el reto a nivel emocional y espiritual se ha vuelto mucho más difícil.

Cuestionarnos para recuperar el rumbo.
Como si se tratase de una llamada a sacar a la luz lo que somos, el presente nos muestra algo que nunca se había ido, pero que muchos no querían ver. No tenemos el control de la vida, y todo puede pasar en cualquier momento. Todos estamos en la posición del héroe, que sale del mundo conocido y se enfrenta a lo incierto.
Los filtros que nos mostraban la vida como predecible y segura han ido cayendo. La espada de Damocles que ha pendido siempre sobre nuestras cabezas se percibe con más claridad que nunca.
Podemos elegir entre seguir distrayéndonos o ir más allá de lo que nos han contado. Y empezar a cuestionarnos:
¿Cómo estamos dispuestos a vivir?
¿Qué ideales rigen lo que hacemos?
¿Qué valores nutren nuestras relaciones?
¿Qué sentido tiene la vida para nosotros?
Hace falta un profundo cambio de actitud ante la vida.
Vivir en la incertidumbre nos puede hacer presa de la resignación, la depresión, la ira o el egoísmo extremo. Evitar estos estados emocionales requiere:
- Una actitud ante la vida que nos permita afrontar nuestros miedos.
- Responsabilizarnos de las decisiones que tomemos.
- Estar dispuestos a mejorar día a día.
- Desarrollar un sentimiento de profunda humanidad hacia los demás.
Vivir en la incertidumbre requiere crecer en nuestro interior.
¿Cómo te están afectando a ti estos cambios sociales, políticos, económicos que estamos viviendo?