Cada meta que nos proponemos viene con innumerables dificultades e imprevistos que tendremos que superar. Si nuestra única satisfacción es la consecución del objetivo final, el camino se nos hará demasiado largo y penoso. Sería como pretender hacer un gran viaje sin las provisiones suficientes.
Sea cual sea tu objetivo, haz que sea asumible, divídelo.
Al ponernos etapas nos permitimos tomar un respiro, darnos una satisfacción. De manera que a medida que avanzamos hacia nuestras metas vamos recibiendo chutes de bienestar que nos ayudan a recuperar fuerzas después de las dificultades que nos hemos ido encontrando.
Escribir un libro entero es un gran objetivo, uno puede desanimarse con facilidad. En cambio, redactar una cierta cantidad de palabras cada día es algo mucho más asumible. Y si lo logramos, nos produce una satisfacción que nos ayuda a encarar el próximo día.
En cambio, si vamos dando vueltas a la idea de escribir 200 páginas es posible que nunca empecemos. O que lo hagamos con tanto ímpetu que al día siguiente no podamos continuar.
Así que traza una hoja de ruta con las cosas que crees que necesitarás para llegar a tu destino.
Al escribirla te darás cuenta de que hay detalles que no sabes y que hará falta investigar. O verás que habrá pasos que necesitarán dividirse aún más.

La hoja de ruta es un documento dinámico.
Esta hoja de ruta hay que modificarla y enriquecerla siempre que haga falta, es una herramienta que tiene que servirte.
Se trata de tener metas claras y asumibles a las que podemos llegar mediante unas acciones muy concretas.
Lo más importante es aprender. Así que presta atención a las cosas que pasan cuando pones en práctica tu plan.
Escribir nos ayuda a hacer todo el proceso más consciente y nos descarga la mente. Además, nos facilita que prestemos atención a lo que nos importa. Si nos perdemos, la hoja nos ayuda a recuperar la dirección.
Si dividimos nuestros objetivos podemos centrarnos en recorrer el camino. Nos quita mucho peso de encima y nos permite gozar del proceso. Si no logramos el objetivo la decepción no es tan grande, ya que contamos con todo lo conseguido a lo largo del camino. Si fracasas en una acción, mañana puedes volver a intentarlo.
Compárate contigo mismo y tus progresos. Que otros te inspiren, pero no te compares con ellos, es inútil.
Cuando se trata de objetivos relativos al crecimiento personal puede ser más confuso establecer la hoja de ruta, así que vamos a ver un ejemplo.
Un caso práctico.
¿Cuáles serian las fases del objetivo “NO DISCUTIR CON MI PAREJA”?
¿Crees que es un objetivo poco realista? Un objetivo inasumible será fuente de frustración, por lo tanto, tratemos de encontrar una versión asequible pero suficientemente motivadora. Difícilmente no podrás dejar de discutir con alguien con quien convives de forma intensa, entonces si es algo que va a suceder, mejor hacerlo bien.
La cosa quedaría así:
Objetivo 1 sería DISCUTIR MEJOR.
¿Cómo sería una buena discusión? ¿Qué cosas te molestan más de vuestras discusiones? ¿Qué cosas crees que podrías mejorar sobre la forma en que discutes?
Con las respuestas a estas preguntas podemos transformar el objetivo DISCUTIR MEJOR en acciones concretas para llegar a él.
Por ejemplo si alguno de los dos sois aficionados a dar portazos, a gritar o a discutir por los mismos motivos de forma recurrente, podríamos considerar que discutiríais mejor si pudierais cambiar estos comportamientos.
El Objetivo 2 podría ser DISCUTIR CON MENOR FRECUENCIA.
Si resulta que cada día dedicáis un rato a discutir ya podríais celebrar si las discusiones fueran cada dos días.
Nuestra pequeña hoja de ruta quedaría así:
- DISCUTIR MEJOR.
- NO DAR PORTAZOS.
- NO GRITAR ANTES DE 1 MINUTO DE DISCUSIÓN. (Y a medida que uno tiene éxito puede ir alargando ese tiempo)
- NO DISCUTIR POR LO MISMO.
- DISCUTIR CON MENOS FRECUENCIA
- DISCUTIR CADA DOS DÍAS
Así es mucho más fácil saber si has logrado o no mejorar después de una discusión. Antes o después de una discusión puedes echar una ojeada y ver cómo ha ido. Si hay alguna cosa que quieras añadir o quitar, o si quieres hacer que una meta sea un poco más o menos ambiciosa, etc.
Imagina que siempre discutís antes de comer, podría ser que el hambre os haga discutir más. Anótalo en tu hoja de ruta y la próxima vez puedes tratar de evitar ciertos temas hasta que no hayáis comido.
Como en todos los procesos de mejora, hará falta perseverancia y paciencia, Y si encima le añadimos un poco de humor incluso podemos pasarlo bien.
Resumiendo.
- Define tus objetivos.
- Divídelos en metas que puedas asumir.
- Y convierte estas en acciones que puedas realizar.
- Haz tu hoja de ruta.
- Ponla en práctica.
- Aprende.
- Adapta la ruta a lo aprendido y vuelve a probar.
Existen diferentes metodologías para establecer objetivos y alcanzarlos (WOOP, ALPEN, SMART, …), si decides utilizar alguna, procura que no se conviertan en una excusa más para no lograr lo que te has propuesto. No pocas veces uno se queda atrapado en la metodología y se olvida de su verdadera función.
¡Con un trocito de papel, un rato de reflexión y voluntad para mejorar puedes hacer grandes progresos hacia tus objetivos!