Cuentan que hace siglos, durante la construcción de una catedral, el maestro constructor observó a tres de sus picapedreros mientras trabajaban. Bajo un sol justiciero, iban dando forma a los bloques que acabarían formando parte de los muros del templo.
Observó a uno que, mientras trabajaba, no cesaba de renegar, maldiciendo y quejándose constantemente. El segundo de ellos, vio como se apartaba de la piedra en la que trabajaba y, ladeando la cabeza a ambos lados, la miraba frunciendo el ceño, luego seguía esculpiendo el bloque continuando con su tarea. Al ver al tercero, el maestro sorprendido vio como este entonaba una canción, modelaba el bloque sin dejar de cantar, se le veía alegre, contento. Una tras otra las melodías se sucedían durante toda la jornada de trabajo.
El maestro constructor quiso saber a qué respondía esa variedad de actitudes ante trabajos tan parejos.
Se acercó al primero de ellos y le preguntó por qué maldecía y se quejaba siempre. El picapedrero le respondió que el calor, el mísero sueldo que recibía y la dureza de su labor no le dejaban otra opción que la de renegar, era su válvula de escape ante las duras jornadas a las que se enfrentaba día a día.
Cuándo estuvo con el segundo y le pidió la razón de esos alejamientos de su puesto laboral y su actitud ante las piedras que trabajaba. Este le respondió que era debido a que, al alejarse podía ver mejor cómo tallar el bloque, de manera que sus formas se adaptaran de la mejor forma para su posterior colocación.
Por último, preguntó al tercero de ellos que le impulsaba a cantar durante la jornada, de dónde surgía esa alegría que día tras día acompañaba los golpes de sus cinceles. El picapedrero no dudó ni un solo segundo, le respondió con una sonrisa mientras el sudor empapaba sus mejillas: – Es que maestro, ¡yo estoy construyendo una catedral!
Esta historia nos debería hacer reflexionar acerca de nuestra actitud frente a muchos, por no decir todos, los aspectos que acompañan nuestras vidas.
Buscar el lado negativo de las cosas constantemente nunca hará que estas mejoren, más bien al contrario, si la tarea, el problema, la situación no es la mejor, ceñirnos a lo peor, ni las hará más llevaderas ni más breves.
Intentar buscar la manera de que todos esos lances de la vida puedan ser mejorados y a la vez, hacerlos de la mejor forma, seguro que ayudará en buena manera a que sean menos duros y en ese proceso, nuestro aprendizaje se incrementará haciendo que sepamos afrontarlos de la mejor manera.
Si cada uno de nosotros somos capaces de valorar nuestro potencial, nuestra actitud y habilidades, cada situación la podremos manejar de manera que minimicemos lo negativo y a la vez, enfaticemos las partes positivas que existen, siempre, en todo momento, lugar y suceso.
De hecho, tampoco se trata de hacer cosas extraordinarias, más bien se trata de hacer cosas ordinarias, pero eso si, como si fueran extraordinarias.
Nuestro crecimiento personal, la autoestima y el reconocimiento de nuestros compañeros serán los mejores aliados para seguir con el maravilloso viaje que es la vida. Si no somos capaces de valorar nosotros mismos nuestras virtudes, difícilmente lo harán ellos…